lunes, junio 14, 2010


Dormir parecía buena idea, aunque el frío, de manera intermitente se lo impidiera, cual dictador. Los vidrios se desempañaban, o quizá, sería más correcto decir que se descongelaban como lágrimas. Como pudo llegó hasta la cocina, descorchó una botella de vino de dudosa calidad y volvió a su refugio-cama. Cualquier motivo era justo para eso. Metafóricamente miró hacia su costado, brindó por su ausente amante y sonrió de buena mala gana. Los gatos lo miraban hablar a solas, lo observaban observar lo que un día tendría que ser pasado. Memorizó todas las paredes, sus detalles, las ropas y las cosas que se iban a dividir algún día.
Intentó, trató de ser ecuánime…- “¿Pero quién carajos puede ser ecuánime cuando se enamora así, de manera tan clandestina?”- murmuró.
Despertó, tocaban a su puerta, le sonrieron, lo besaron y se sintió ridículo, sin contexto; sólo la miró hasta sus ojos, hasta que nuevamente se durmió.
Repitió eso de despertar, exactamente cuando una mirada ojos miel ya se incrustaban en él, a muy corta distancia.
Desde ese día, todos se preguntan de qué ellos dos se ríen tanto.

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