MI AMIGO, EL "HOMBRE - POLLO"
(La Invitación...)
"Me he convertido! Sigo mirándome en el espejo y continúo ahí... Hueón, ayúdame!" Esas habían sido sus palabras al teléfono. La cita había sido fijada. 5, 10... 15 minutos de espera en el taburete de costumbre en la barra de costumbres. Siempre ocurren esas cosas, girar la cabeza y encontrar; cuando se pierde algo en medio de mi Patria y lo único que logro encontrar son millones de cosas no buscadas, esos objetos que nunca antes habían gritado presencia. Sólo se trata de cerrar los ojos y visualizar solamente lo buscado y... aparece, como neónico, único, fosforescente joya en la playa.
Giré y miré hacia la calle y ahí estaba él, sentado en la vereda de enfrente, casi justo abajo del arco de la vieja iglesia, mirándome. Le hice un gesto, como preguntándole por qué no venía, me respondió con unas parkinsonianas señas de que yo fuera hacia él. Ya afuera, frente a frente, esperando su explicación, comencé a notar sus extraños movimientos... "Qué mierda te tomaste, huevón?" Me miró, con un sólo ojo, con su cabeza ladeada hacia mí, sin pestañear su cabeza iba de Este a Oeste sólo en tr3s pasos, como iluminada por una estroboscópica... "Nada hueón! No he tomado nada!!" Notó que me había gritado y agachó su cabeza; no era un sólo movimiento, más bien, en un envión partido en dos tiempos. Me pidió que lo acompañara, me invitaba y yo no debía preguntar, escucharlo sin interrumpir. Así lo hice, mientras a ras del suelo se podía sentir una rara brisa tibia y a lo lejos un piano que repetía y repetía y repetía y repetía la misma obertura de un añejito Keith Jarret tocando en Colonia. Los paisajes se volvían extraños. Decidí memorizarlos por si debía regresar con apuro.
En las calles, en esas calles, ya no habían luminarias ni postes de luz; sólo pequeñas ventanitas amarillas a lo lejos. Él, a esas alturas, ya me había narrado su desgarrada ruptura, su verdad maldita de haber sido descubierto; maldito minuto de la verdad en que descubrieron sus mentiras. Yo no hablé, como lo había prometido, pero su manera de caminar era mucho para mí... "Hey! Para huevón!! Qué mierda haces caminando de esa manera?... Pareces Pollo!!!" Sin contestarme, se detuvo de golpe, miró al suelo, se agachó lentamente y mirando con un sólo ojo, escarbó con su mano entre el pasto hasta tener entre sus dedos a un gusano contorsionista. Lo miró, alternando cada ojo y... se lo comió! "Párala huevón! ¿qué mierda crees que estás haciendo? Por la chucha!!".
No sé cuánto tiempo pasó mientras me narró toda la historia del día anterior junto con detallados pasajes de su vida... de lo torpe que había sido con la gente que lo había amado; siempre dejando las cosas a medias, sobre todo en lo interpersonal. Siempre de allá para acá, de acá para allá. La noche anterior, entre sollozos pollerudos, mirándose en el espejo de su baño, había llegado a la conclusión de que su vida había sido un puro "picoteo", y en una suerte de clímax Kafkiano, había despertado a la mañana siguiente sintiéndose como pollo. Hombre-Pollo. Continuamos caminando con dirección a un pequeño bosque, él y su andar de pollo, yo y mis tropezones por no dejar de mirarlo. Ya no quedaba esa esperanza del buen chiste, todo estaba ocurriendo así, irremediable... "No me preguntes a dónde vamos. Sólo sé que por aquí se llega a donde tenemos que llegar. Lo sabremos cuando estemos ahí... ¿Sabes, puede sonar patético, pero, ahora, a momentos, sólo logro pensar como pollo..."
Una vez en medio del bosquecito aquel, me indicó que siguiera caminando hacia los sonidos y así procuré hacerlo, casi sin emitir sonido alguno. Efectivamente, como él lo había dicho, comencé a escuchar poco a poco unos sonidos acuosos; parecía como si alguien o algo bebiera agua de un plato o algo así, sorbeteando, usando sólo su lengua. Todo eso provenía detrás de unos densos matorrales. Sin duda era algo animal, yo lo podía escuchar jadeando, pero... hablaba. Mi amigo-pollo me indicó que me detuviera, mientras saboreaba algo así como un gran escarabajo de colores; sus patas negras y dentadas aun se movían en la comisura de sus labios. Nos acercamos lentamente, tratando de ver al otro lado de aquella muralla verde. Curiosamente, él me pidió que sacara los pasadores de mis zapatillas. Lo hice sin preguntar mientras él me miraba, con su cabeza ladeada y un sólo ojo. Aesas alturas... ¿Que mierda se podía preguntar?
Acarició y lamió el cráneo de la oveja mientras caminó lentamente hacia los arbustos que nos servían como escondite, a mi amigo-pollo y a mí. De un sólo zarpazo los arrancó de cuajo, dejándonos en descampado. Sus ojos rojos me miraron fijamente. Su cara se acercó a la mía hasta sentir su aliento a sangre fresca. Yo no deseaba correr. Me olió, sonrió y así me habló... "Hace mucho tiempo que he esperado al 'Señor de las Preguntas'; ahora, espero que sea él a quien estoy hablando... porque aun tengo un poco de hambre".