jueves, abril 16, 2009

¿QUÉ VES?
- ¿Qué ves?
- Inmensidad…
- No te inquietes, el mareo pasa, gota a gota.
- Voy flotando! Vuelo a ratos!!
- Es natural… Espera.
- Voy flotando!
- Disfruta… ya se acaba.
- Amanece y no quiero un Black Out…
- Quémalo!
- Lo haré ¿15.000 kilómetros?
- Sin volver; así es… Las historias ya fueron, merecen respeto.
- Soy un colibrí rondando histérico a un gran rosal de agua.
- Quieto ¿Puedes estar quieto?
- No lo logro…
- Por lo menos, será una bala marcada la que te baje.
- Así parece… pero sabré, y me quedaré quieto. La miraré llegar.
- ¿Valentía o simple depresión animal?
- Flotar…
- ¿Resignado?
- A la deriva entre nubes… entre aguas agitadas.
- ¿Aguas espejos?
- Crash!!! Un Colibrí va a mutar!!!
- ¿Muchos cambios?
- Dragón de fuego. Irremediable.
Alguien que se incinera
Entre el cielo y la tierra,
Dejando estelas de luz
Rasantes
Puras y en ocasiones convexas.
Pero nunca en un lugar fijo…
Ni en el cielo ni en la tierra.
En ninguna y en todas partes.
Promesas que se retuercen
En un largo amanecer que ya no aturde.
Bocas sedientas y cocidas con hilos de pescar.
- ¿Qué ves?
- Ceguera… Y frío.
Tirando equipaje por la borda.





DE ESAS COSAS NO SE HABLA...

Entre ella y él se había estipulado – sin estipularlo jamás – una suerte de clave para conectarse. El primero de los dos que descubriera que el otro ya estaba conectado, comenzaría con una suerte de llamada a chatear. Era simple, cualquiera de ellos se desconectaría y conectaría en rápidas y repetidas ocasiones, logrando un parpadeo de la lucecita verde en pantalla. Esa noche él lo hizo sin obtener respuesta. Pensó en dejarla en paz y cancelar ese juego de luces, como de barco a barco, en plena travesía en alta mar. Se dedicó a actualizar algunos programas en su laptop y a contestar una serie de correos; algunos aburridos y otros de carácter formal con información sobre concursos literarios en Madrid o en Barcelona… Estaba en esa tarea cuando ella hizo lo suyo y la lucecita verde comenzó a parpadear desde el otro lado de la red.

- Hola, estaba en algo más o menos importante…
- Me imagino. Te vi ayer caminando con él, atemporales.
- Si, amigo mío… me volvió a dejar la cagada en la cabeza el huevón!
- Bueno, nada que decir. Ya eres bastante grandecita como para que vuelvas a caer en esos juegos trasnochados ¿No crees?
- ¿Ya te vas a poner de hermanito mayor?
- Bueno, si lo deseas, cambiamos de tema… ¿Lo deseas?
- (…)
- Amiga ¿Y ese silencio? Ya sabes, el silencio otorga, a veces…
- No, no te detengas, sólo pensaba en el día de ayer, sólo eso.
- Espérame un segundo, debo ir al baño… - En realidad, lo de la ida al baño había sido el viejo truco como para tener un par de minutos para ordenar las ideas, intentar decir lo correcto. Sin duda, ella deseaba la palabra justa que diera en el clavo, aunque eso significara que aquel otro clavo se hundiera más aun… - Ya, he vuelto!
- Chuuuú! Andamos con tremenda vejiga esta noche, amigo mío.
- Muchas birras en el bar…
- Si, te vi desde afuera.
- ¿Y por qué no pasaste?
- Andaba con él.
- ¿Y?
- Pensé que te sentirías algo incómodo, ya se que no te cae muy bien el personaje en cuestión.
- Sólo me molesta verte, ver como quedas cada vez que él vuelve a moverte los hilos…
- Ya no. Hoy se volvió a su ciudad de mierda!
- ¿Y cómo que no saliste corriendo?
- Qué simpático te pusiste!
- Lo siento, me salió del alma…
- Lo se. Y bien, creo que hoy me dí cuenta de muchas cosas, o quizá sólo las comprobé.
- ¿Y que serían esas cosas, Penélope?
- Oh! Qué buen chiste… ¿Estás cagándote de la risa de mí?
- Para nada… en serio! – En realidad, lo que yo sentía hace tiempo era una especie de muda tristeza al verla cagarse por un huevón así.
- Me cansé de sus mentiritas huevonas! No sé por qué lo hace ¿Para qué? Tú ya lo sabes. Para mentir bien, hay que tener excelente memoria.
- Supongo que para no perder ni pan ni pedazo ¿Acaso no te das por enterada que, en una de esas, él huevoncito ya tiene otra pareja en Santiago?
- Si lo he pensado, pero es que nos queda la cagada, apenas nos vemos. Mis hormonas se disparan…
- Obvio…
- Creo que a él le ocurre lo mismo.
- Bueno amiga mía, una ducha fría sería lo correcto! Juá!!
- ¿Sabes? No puedo ser tan racional como tú.
- Matemática pura! Uno más uno… Dos!!
- Claro, suena súper fácil para ti.
- Hey! Ya sabes, yo también acarreo mis historias…
- Si, en realidad. Casi lo olvido ¿Has sabido algo de ella?
- Nada y pretendo dejarlo así… Gasté mucho tiempo en aquello.
- Bueno, de eso me di cuenta también, hace tiempo. Descubrí que le perdí la confianza, que ya no le creo; sólo lo dejo hablar y hablar y que jure que digo que si a todo. Parece “Corín Tellado” esta huevada!
- Así no más es… Algo de “cebollita picada”; qué quieres que te diga.
- Dale no más, huevón! Aunque no lo creas me reafirma lo que pienso.
- ¿Y en qué quedaron? Ya sabes, obligadamente tendrás que pasar por Santiago unos días cuando te vayas al norte.
- Si, ya calculé eso. No sabrá que estaré allá, me refiero a las fechas.
- Amiga mía, con la suerte que tienes… vas a salir a comprar a la esquina y te apuesto a que te lo topas! Juá!!
- Ya había pensado en eso. Usaré gafas y me colocaré unos bigotes!
- Con lo guapa que eres, me gustaría ver eso!
- No sé. Sólo me preocuparé de hacer los trámites de la Universidad lo más rápido posible y continuar viaje.
- ¿Me llamarás?
- Dalo por hecho! No sabes las ganas que tengo de verte!! En serio.
- Yo también… Te preparé la cena, tú pones la de Jack!
- Es un trato!
- Ok! ¿Y tu hermano, qué dice?
- Nada, él no se mete. A veces deseo que lo hiciera, pero nada!
- Bueno, es que la historia entre tú y el huevoncito es muy “extraña”, por decirle de alguna manera… ¿Quién mierda se podría meter a opinar?
- Tú, por supuesto.
- Recuerda, yo fui testigo de los hechos; desde el principio!
- Si, lo tengo claro… Y él también.
- Creo que ya es hora de que rompas tu círculo vicioso ¿Cómo tan obsesiva la huevoncita? ¿O sigues enamoradita como chiquilina?
- A veces creo que estoy cagada de la cabeza. No sé.
- ¿Ayuda profesional?
- No te rías, en ocasiones también lo he pensado ¿Cómo tanto? Digo yo.
- Bueno, cuando nos llega… nos llega!
- Parece! Oye, ¿vas a ir mañana a donde la Pame?
- Aun no sé, ando medio autista…
- ¿Y eso? Bueno, bastante común en ti!





Él no volvió a contestarle; sólo puso su cursor sobre aquel puntito rojo que lo haría aparecer como desconectado. Ella no insistió, quizá adivinando que había metido el dedo en alguna llaga qué él no había logrado sanar. Todos tenían sus historias, y las suyas eran prácticamente idénticas. Eso sí, él ya había desarrollado una especie de antídoto en el silencio, como muchos, como todos los que callan y andan por la vida dándoselas de rudos machos, tomando Jack Daniel’s a la John Wayne. Todo indicaba que él había logrado cometer el asesinato perfecto y llevarlo a cabo sin una sola mancha de sangre.
Ella, en ocasiones, envidiaba eso; aunque de vez en vez, él no podía disimular que estaba muy lejos.