sábado, agosto 30, 2008

Manoseaba una foto; ensimismado me lo encontré.
Tiempo que no lo veía, no por todas sus ausencias, sino por las mías. Me saludó con cariño y comentó algo sobre el precio de las entradas del concierto de Madonna en Chile. Multiplicó y dividió; terminó haciendo su comentario sobre las desigualdades sociales y volvió a su foto manoseada. Hablaba sobre un boulevard en Miami. Le pedí que me explicara pero no recibí respuesta, sólo un Jack y aceitunas moradas, de esas que siempre nos gustan.
Afuera, la lluvia hacía lo suyo y con ganas de inundarlo todo.
Se le escapó una carcajada feliz. Sonora y tierna. Creo que nadie dejó de escucharla, hasta su propio eco.

- ¿Sabes? – Me dijo, con la calma de sus manos de foto - Las cosas se mecen en el tiempo. Imagina. 26 años después. Un contrabajo en las venas, de esos, sincopado, resuelto y abyecto ¿Escuchas la lluvia? ¿Es la de siempre la que vuelve? ¿La termodinámica se aplicará a todo? Quién sabe…

Seguramente, en el bar no tocarían una de Madonna. Sonaba una dulzona canción de la Colbie Caillat mientras mi abrigo goteaba sobre la barra del bar. Pensé en preguntarle por esos 26 años, pero él se me adelantó como solía hacerlo; parecía que olía mis preguntas a metros.

- Podría ser toda una vida 26 años… podría haber sido un crío, incluso una muerte, de esas que desgarran por dentro, carcomiéndote las tripas con clorhídricas y sulfúricas faenas. No olvides que el lobo es el único animal que puede engañar al hombre, bueno, en este caso fue una loba.

Brindó hacia aquella foto, me miró y con un gesto me invitó a brindar por esa hembra. Por un momento ella pareció moverse en esa fotografía, lo aseguro. Tuvo vida por un instante. Lo miré a los ojos - como se acostumbra - y me di por enterado de aquel hermoso brillo; él estaba feliz, quizá como nunca antes. Murmuró un nombre y me sonrió. Me besó en la mejilla y me hizo sentir su cálido abrazo. Otro Jack apurado. Pagó la cuenta y desde la puerta de las campanillas me habló…

- Mañana, mi hermano. Mañana hay que madrugar… ella regresa y yo regreso.

Aunque parezca increíble, ese tremendo temporal paró de golpe mientras él iluminaba la calle con su sonrisa.
Puedo dormir en paz con mi envidia; él no morirá hoy, ella tampoco.
Manoseaba una foto; ensimismado me lo encontré.
Tiempo que no lo veía, no por todas sus ausencias, sino por las mías. Me saludó con cariño y comentó algo sobre el precio de las entradas del concierto de Madonna en Chile. Multiplicó y dividió; terminó haciendo su comentario sobre las desigualdades sociales y volvió a su foto manoseada. Hablaba sobre un boulevard en Miami. Le pedí que me explicara pero no recibí respuesta, sólo un Jack y aceitunas moradas, de esas que siempre nos gustan.
Afuera, la lluvia hacía lo suyo y con ganas de inundarlo todo.
Se le escapó una carcajada feliz. Sonora y tierna. Creo que nadie dejó de escucharla, hasta su propio eco.

- ¿Sabes? – Me dijo, con la calma de sus manos de foto - Las cosas se mecen en el tiempo. Imagina. 26 años después. Un contrabajo en las venas, de esos, sincopado, resuelto y abyecto ¿Escuchas la lluvia? ¿Es la de siempre la que vuelve? ¿La termodinámica se aplicará a todo? Quién sabe…

Seguramente, en el bar no tocarían una de Madonna. Sonaba una dulzona canción de la Colbie Caillat mientras mi abrigo goteaba sobre la barra del bar. Pensé en preguntarle por esos 26 años, pero él se me adelantó como solía hacerlo; parecía que olía mis preguntas a metros.

- Podría ser toda una vida 26 años… podría haber sido un crío, incluso una muerte, de esas que desgarran por dentro, carcomiéndote las tripas con clorhídricas y sulfúricas faenas. No olvides que el lobo es el único animal que puede engañar al hombre, bueno, en este caso fue una loba.

Brindó hacia aquella foto, me miró y con un gesto me invitó a brindar por esa hembra. Por un momento ella pareció moverse en esa fotografía, lo aseguro. Tuvo vida por un instante. Lo miré a los ojos - como se acostumbra - y me di por enterado de aquel hermoso brillo; él estaba feliz, quizá como nunca antes. Murmuró un nombre y me sonrió. Me besó en la mejilla y me hizo sentir su cálido abrazo. Otro Jack apurado. Pagó la cuenta y desde la puerta de las campanillas me habló…

- Mañana, mi hermano. Mañana hay que madrugar… ella regresa y yo regreso.

Aunque parezca increíble, ese tremendo temporal paró de golpe mientras él iluminaba la calle con su sonrisa.
Puedo dormir en paz con mi envidia; él no morirá hoy, ella tampoco.