martes, abril 07, 2009


No supo cómo sucedió, todo cayó por su propio peso y sin aviso ¿Debía haber aviso? Sólo tenía una madeja enredada en las tenazas, una madeja que él hacía rebotar contra su pared, pared repleta de marcas, de mañanas con sueños y sin sueño. Rock y otros brebajes en los oídos y la garganta, sabor almendrado; tranquilo recorría el epicentro de la debacle, sonreía a ratos… Debía creerla. No le quedaba otra; esas noches de fácil salida ya no volverían, ni por más deseadas que fueran. La imaginación de “terminar todo en buena” se cortaba de raíz. Pensó en apelar a la buena razón pero, descubrió entre suspiros y fotofobia, que eso de la razón era la sin razón. Buscó opiniones; le fueron tan ajenas como la esperanza que dejaba de latir. El círculo de fuego se cerraba y ante eso, lo único que restaba era la salida final. Como pudo se incorporó y caminó sobre sus pasos, no era nada de simpático hacerlo, más bien sus pisadas eran más pesadas que el día anterior o el cemento se derretía. Recordó aquella advertencia que pasó por alto; y bien, ahora sólo debía asumir las cuentas, todas esas facturas que le pasaba la vida. ¡Nada de caminar para atrás como Michael! Moon Walker al carajo.
Decidió que nada se repetiría como en el principio, ese inicio conocido que no había respetado. Las esperanzas enceguecen y envejecen. Aceptó las heridas caídas sobre su espalda. Era hora de aprender a volar.