viernes, noviembre 02, 2007

NO ADELANTES NUNCA A UNA POKEMONA...
(Menos, si anda acompañada!)
Madrugada de los "Muertos de mis Muertos", esperada "Noche de Lobas" que me indicaba que restaban algo así como 60 cagones días para que se desvaneciera este año de mierda. Qué relajo contar hacia atrás, recorrer el círculo andado; en cualquier si o no y me daba una de "esas" dormitadas, despertando cuando el corcho de cualquier champagne me diera en plena máscara el 1 de Enero 2008. Dando vueltas por mi Patria Azul, chateando a ratos con Madrid, dando vueltas un pequeño descanso con sobre dosis de Coca Cola. Mierda! dando vueltas para descubrir que quedaba demasiado poco tabaco como para lo que se venía... Mierda!! dos cigarrillos y bastantes horas que darle a las teclas. Los N.I.N. y su "Bulls on Parade" fueron los encargados de eyectarme hacia la Bomba de Bencina de calle Aníbal Pinto. Extraña madrugada ¿Qué pasó ahí? ¿Todos confabulados? ¿Ochocientas cajetillas de tabaco, adentro de un dispensador con la llave perdida?... "Es porque avisaron que a lo mejor, hoy día asaltaban, señor..." Me decía la menudita morena con uniforme corporativo, apoyada en un delgado hilito de voz, mirándome con sus ojos negros de Pudú. Nada que decir ante eso. Una encogida de hombros y un... "No importa, gracias de todas maneras..."
La brújula indicaba dirección al Centro. En la gran casa de cemento de la esquina aun palpitaba el sonido de un "punchi punchi punchi punch punch punch!", unas risas divertidas y un portón metálico que era cerrado con fuerza... y las rosas que pasaban a carcajadas. Me detuve en la esquina, como si fuese un peatón de gran vía de cu4tro pistas, mirando hacia ambos lados del tráfico. No andaba ni un sólo puto auto. La cosa pasaba por el bendito acto de elegir, decidir... (cosa dura cuando es de madrugada... ¿o no, señorita de las pecas?) A la izquierda tabaco, a la derecha un camastro con teclas. Las risas juguetonas se alejaban; ahora eran 5inco pendejas, a saltitos en torno a una botella, o lo que quedaba de ella... Felicidad pura ante tan importante trofeo de guerra. Todo sobre la mesa en ese instante, mi sonrisa mi decisión mis pasos mi dirección el tabaco el vicio por saciar. Me fuí caminando a distancia prudente, no quería interrumpir aquel rito de esas 5inco clandestinas... ¿15 ó 16? Sorbito a sorbito, cagadas de la risa, en pleno jueves maquillado de domingo. Entretenida postal la que se me acercaba cada vez que se detenían a cargar estanques. Llegó la última parada, el conocido "último beso" compartido. La pendeja que había regalado ese líquido buen final fue condecorada por sus pares con el último sorbo. Yo ya no podía caminar notoriamente más lento. La botella fue a parar al jardín de cualquier casa, risas juguetonas, hasta que una de ellas notó mi figura. Giraron y no dejaron de mirarme, quietas, hasta que las adelanté. De seguro, sabían que ante cualquier hostilidad de mi parte, entre las 5inco me sacarían la re mierda.
Pasé en frente de ellas lo más lento posible para mirarlas. No había duda... 5 Pokemonas!
5 maquillajes casi idénticos, ojos perfectamente delineados en negro, prolongados por una fina línea hacia sus sienes, todo por ese "nippon way of life" que tanto las trastorna, obviamente, todo complementado con la sombra ideal, al tono justo con el color de la polera. Zapatillas de lona de colores estilo Converse o Vans, con sus pasadores de colores, polerones "canguro", jeans "muestra calzoncitos" y las infaltables e inconfundibles parkas cortas, con capucha bordeada por una imitación de piel de lobo o de zorro. Todo en cámara lenta ¿15, quizá 16?
Y de ahí, eran ellas quienes me seguían, con sus risitas y comentarios a 3 metros de distancia. Cuchicheo y risitas. Comentarios y risitas... "Flaca, hueona... ¿a tí no te gustaban los flacos?" Risitas... "Si poh, si a esta hueona le gustan los 'sakaters' viejitos!" - agregó otra. Risitas. Fui victima de un escrutinio juguetón de 5 madrugadas Pokemonas. Al final de la cuadra, sólo iban siendo aprobadas mis zapatillas, mis jeans negros, mi altura... aunque una deellas acotó que me hacían falta un par de cazuelas! Silencio. Llegábamos a la curva en donde comienza calle Cochrane cuando una de ellas me silbó... "Hey, hey!" Me di la vuelta, mirando como la Pokemona de la botella, la más alta se acercaba pidiéndome fuego mientras comentaba algún calificativo japonés de aquellos que los diferencian entre si. Risitas. Caminó los cu4tro pasos que nos separaban, cubierta con su negra y lisa chasquilla a mitad de rostro, sacando de su bolsillo trasero de su jeans una doblada cajetilla con doblados aplanados arrugados cigarrillos. Era extraño pero esa especial manera de caminar, casi adulta y sin desgarbo, me recordaba a alguien. Le encendí su cómico tabaco, luchando con la pequeña brisa... "¿Querís uno?"... dijo, por debajo de la visera de su jockey rojo Nike, decorado con una chapita de Pikachú... "Bueno, si te alcanzan" Estaba en la faena de encender ese doblado tabaco, cuando sin darme cuenta, ya estaba semi rodeado por las otras cu4tro... una de ellas hacía sentir un pequeño pinchazo a la altura de mi riñón izquierdo mientras otras pequeñas manos ya tenían mi billetera y otras me allanaban mis bolsillos. Segundos rápidos mecánicos estudiados calculados perfeccionados, ahí en la curva, donde se bifurca calle Aníbal Pinto y nace Cochrane. Estaba siendo asaltado por 5inco Pokemonas y me cagaba de la risa recordando "es un buen día para morir". La Pokemona de la chapita de Pikachú revisaba mi billetera vacía, no sabía ese viejo truco de doblar elúltimo billete hasta dejarlo hecho un pequeño cuadradito que pudiese perderse en el "bolsillo perro"... Cuando llegó a los documentos, miró mi carnet y bruscamente me miró... "¿Tío?... chucha! Las cagamos hueonas!!" Una de ellas, ya se perdía corriendo hacia el Mall, las otras estaban paralizadas... "¿En qué mierda andai metida 'P'? Te llegan a cachar tus viejos y te matan, ahueonada!" Y como buen "tío Rockero", evitando soltar la carcajada, les vomité toda una camionada de moralina mientras ellas, tartamudeaban las mil explicaciones; que se habían gastado lo del taxi en el puto alcohol y tabaco y que la segunda botella y que los etcéteras de los etcéteras... Lo obvio era que nos fuéramos juntos hasta la botillería de calle Pérez Rosales, yo por mi tabaco y de ahí les pasara un par de lucas para el taxi hasta la Isla Teja. Aun se escuchaban las disculpas y lamentos, cuando se escuchó una frenada brusca a nuestras espaldas, un bocinazo y unos gritos histéricos; era "S", madre de "P", en su 4 x 4, enajenada, con sus saltones ojos celestes aun más saltones, gritando que se subieran en ese instante y yo con mi cara de circunstancia, escuchando como me trataban de depravado, loco, degenerado, sinvergüenza, que lo iba a saber "P", su marido, "ex amigo" a estas alturas me imagino, que eran unas niñitas, qué,cómo, por qué... qué mierda me pasaba en la cabeza. En silencio miré como se iba a toda velocidad con dirección a la Clínica Alemana.
Y ahí quedé yo, estático, sonriéndole al pavimento, en plena curva, casi exactamente a mitad de camino. Obviamente, mandé el tabaco a la mierda y comencé con eso del regreso autista. Al llegar a las calles Aníbal Pinto con Baquedano, me vine a dar por enterado, so huevón, que "El Oasis" estaba abierto. Dos habitantes, el cabrón de la caja y uno de sus clientes, apoyado en un mesón de mil millones de manchas de tinto de antigüedad. Terminé ahí mismo, escuchando los balbuceos de "Don Napo" (efectivamente se llama Napoleón), un anciano con la cara curtida de cirrosis, tomando cañas de vino, de esos tintos asesinos de cualquier bicho raro que tengas en el estómago. Al despedirme, le regalé una moneda de $500 a Don Napo, no sin antes darle el consejo de que nunca adelantara a una Pokemona, menos si anda acompañada.