lunes, septiembre 14, 2009



He recorrido nocturnas calles, de esas de lunas y de sombras sobre el pavimento mojado, mientras, he decidido todo antes de alcanzar a contar hasta diez. Tal vez crean que es sólo abstinencia de alcohol, drogas o simplemente de sus presencias. Tal vez tengan la certera razón.
Aunque imagino que intentan saber lo que siento, les cuento el cuento de que no lo saben ni imaginan. Tengo mis motivos; si no los hice visibles ante sus miradas, ya no sirven, en todo caso y para la suma y la resta, son iguales o mejores a los de seguir con vida, eso dice mi espejo. No dejaré ecos de estallidos, sólo intentaré dejar razones.
Les pido disculpas por la sangre sobre la mesa. Les escribo desde la penumbra que me regala la luna de agosto y las velas que dejaron alguna vez. Me desangro. Les aviso que la muerte se puede sentir, pero eso de las escenas de la vida o la metralla de recuerdos es una mierda de mentira. El aceite de bacalao, aunque con sabor a frutilla, sabe al carajo.
Yo creía que uno sólo se adormecía y comenzaba a borrar sueños y vida pero, este dolor ya casi no se soporta. Disculpen pero no podré secar las lágrimas que tirarán por ahí, cuando me sorprendan frío y ausente.
Lo siento, ya no puedo esperarlos más adentro del posible arrepentimiento, entre los pasares, en este presente en donde sentí la traición gratuita, el desprecio y la cobardía. Les repito que la vida no es injusta, sino sólo práctica y en ocasiones aburrida, como anciana compañera de viaje.
El freno ya no existe ni la reversa; como se acostumbra, he encendido quizá mi último tabaco. Lo que he hecho es auto condenarme y he perdido en mi defensa. No se preocupen, las cuentas las he pagado.
A los míos “míos”, debo escribirles esto antes de que despeguen mi sangre de estas páginas que ahora son mi soporte. Nadie tiene culpa de nada, y mientras llega aquel momento del cual hasta los curas temerosos hablan, deseo que sientan que siempre los he amado y los cuidaré si eso de la otra puta vida existe. Sin duda, señales les dejaré por los caminos compartidos.
Comienzo a adormecerme sin miedo. Sin duda los extrañaré pero, no soy de esos que huyen. Me pueden hablar cuando lo deseen, los estaré escuchando. Luchen por los escasos segundos de felicidad; uno que otro hilo moveré a su favor desde donde esté.
Por favor, no sigan mi ejemplo. Adiós.