jueves, julio 12, 2007

SODOMA & GOMORRA... (Acuso recibo.)

Y así son las cosas, vivenciales, no inventadas ni apoyadas en artículos de la internet. Han sido vividas; las otras partes involucradas harán lo suyo si tienen ganas ¿Quién más que yo podría escribir sobre ver caer a una persona como YO la vi? Otro Yo, por supuesto!
Habrá que soportarme o dejar de leer... hay tanto por donde escoger! ¿Entonces, Yo me despido, esperando que encuentres el tuYO.

CAÍDA LIBRE... (A tí, por donde quiera que andes)

Ya llegaba la hora de partir y tú no llamaste; solías hacerlo todas las mañanas. Adiviné que amanecías otra de tus amnesias azules; con tu saliba, secándose lechosa en el borde de tu boca. Sobrevivías con tus ojos otro de tus sueños acumulados, de tanto coquetear con tu nuevo amante Disulfirano, los mezcales robados por las noches y todo lo que te metías por la nariz cuando le hablabas a tu espejito mágico; soñando con no tener que volver a sentirlo a él, que no traspasara más tus fronteras. No más sus manos heladas. Tus nariz era muy pequeña como para soportar tanta esperanza clandestina. No llamaste, creo que a propósito, para que yo no olvidara nuestra jurada cita.
Las noticias en la tele no te hicieron justicia; las fotos que mostraron tu rostro feliz tampoco. La mina de las noticias habló de un accidente que nunca fue, lo sabemos. Los diarios mostraron tus ojos "voladores", en medio del equipo de voleibol del colegio, aquel año del campeonato (¡Mierda, qué patético!) Esos tiempos acelerados en que nos conocíamos de a poco, gracias a un Huidobro tristón. Un año y medio atrás, cuando soñabas con ir a Guatemala para conocer todo el royo de los Mayas y, en una de esas, vomitar todos esos restos de Anfetaminas o de Fluoxetina; cualquier cosa era valida para salir un tiempo de la casa de tu vieja. Tú y tus cargantes "no aguanto más, un día de estos..." La huevada ya parecía Teleserie.
Y te vi ahí. Desarmada en la calle, tendida desgarrada, con la mitad de la cara hecha mierda y tu boquita pintada para la ocasión. En verdad, no lloré, sólo me quedé ahí mirando tus ojos abiertos, de ahuevonada y sanguinolenta muerte. Mis zapatos aun tienen ese olor al charco que regalaste.
No me llamaste pero igual recordé la puta cita ¿Me necesitabas como testigo de tu pelo, de tu sonrisa? ¿Verdad que sonreíste? ¿Querías que que viera por última vez tus blancas piernas abiertas y tu calzón estampado con caritas sonrientes? ¡Qué calculo!
Bueno, siempre jurabas que ibas a volar... mucho más allá de esa hipócrita esquina esquina del colegio en donde te conseguías los "paraguayos" ¿Pero, así? Simplemente, la cagaste.
Te sabías demasiado hermosa como para volarte la cabeza; igual te hiciste mierda la mitad de tu cara. Todo calculado, todo milimétrico como siempre. Y ahí estaban tus ojos, hinchados de tanto llorar, como cuando supiste que no eras quien se suponía. Y ahí estaba yo, todo quieto y morboso. Y seguía tu puta teleserie mientras la poesía se acababa, y tirabas por el incinerador del edificio ese manoseado cuaderno color caca de guagua, ese donde garabateabas tus primeros versos vírgenes que llorabas. Y continuaba la teleserie... quemabas lo que más amabas, nada valía la pena guardar. Abriste tu ventana, la del 66; tus cortinas moradas volaban y me miraste, ¿verdad? Yo juro que si. Escogiste el uniforme del colegio para la ironía y abriste los brazos sin gritar. Fue tu señal de mierda, para decirme que decidías irte, dejarme, justo acá abajo.
Ya nada significa tanto como solía; si, verdad, yo me hice el huevón, viéndote caer en silencio, a la más Charly García. Tus diecisiete se me vinieron encima, en caída libre, y aprendí a escupirle a Dios, por puto y mezquino. No iré a tu funeral porque aun sigues aquí; riéndote de todo esto, preguntándome si aun tengo el libro de Vicente que me regalaste.
Continuo jurando que llamarás mañana, como de costumbre; que nada ocurrió y esto es sólo otra resaca, esa de las mías...