jueves, octubre 15, 2009

EL DOBLE...
Poco a poco su cuerpo comenzó a moverse, primeras fueron sus manos, luego los dedos de sus pies. Él se abría como flor carente de certeza total. Lo advirtió, sin abrir sus ojos aun; sus labios estaban pegados firmemente. Sólo podía saborear el gusto a la resaca regalada por su amigo Jack. Intentó varias veces incorporarse de su gran camastro, el del hemisferio derecho polar. Giró y las sábanas lo volvieron a atrapar. No podía putear, sus labios aun estaban siameses, se conformó con alegar con el pensamiento, escucharse amordazado. Un ligero suspiro hizo que se callara.



- Juan, vuelve a dormir, aun no amanece… - Pero él no era Juan, según Juan.
Abrió sus ojos; descubrió entre la pequeña claridad de su pieza, aquella espalda azulada de la pálida mujer. Su pelo negro caía hacia él, permitiéndole ver sólo islotes de aquella carne… ¿Y quién mierda es esta? Pensaba Juan, mientras a duras penas gateaba por encima de su colchón, evitando aplastarle las piernas a su visitante. Al llegar al borde de la cama intentó pararse, sabía que a un paso estaba la puerta y a una mano de distancia, el interruptor de la luz. Atinó sólo a una especie de aleteo desesperado, su cara se incrustaba de lleno contra una repisa con libros, que, según recordaba Juan, debería estar al lado opuesto. Obviamente, no se podía escuchar ninguna chuchada de parte de él… Sólo un quejido nasal.



-Te lo dije anoche, no hagas mezclas… Pero tú hueón, siempre tan porfiado. ¿Vas al baño? Recuerda que tenemos cortada la luz, camina con cuidado.
Juan caminaba a tientas por el pasillo de su memoria conocida; además, no era el primer “corte de suministro por no pago” que él sobrevivía en esa casa… Lo sabía, después de ocho pasos estaba la pieza vacía; obviamente, a su izquierda, la puerta del baño. Entró, ya casi con sus boxers abajo para sentarse y mear tranquilo; solía hacerlo así los “días de apagón” para evitar herrarle a la taza y manchar el piso con orina.




Entró al baño y escuchó un fuerte grito de alguien que le decía a un tal Pablo que había un hueón en pelotas en la puerta de la pieza. Sintió dos enormes manos masculinas que lo sujetaban con fuerza de los hombros, lo hacían girar y de un empujón lo enviaban en dirección contraria. Juan, en el marco de la puerta intentó con sus dedos despegar sus labios; sólo obtuvo un dolor de la puta madre… Se decidió y entró lentamente. Una vez en el centro de todo, sabía que sólo era un paso y medio… y a sentarse. Así lo hizo, pasó cagando hacia atrás con la cortina de la ducha, tubo metálico, jabonera y frascos de shampoo… directo hacia el fondo de la tina. Salió de ahí como pudo, igual a una tortuga de espalda, y se fue de frente contra el lavamanos; cayó semi aturdido. Se encendió la luz y el hombre de las manos grandes lo ayudó a levantarse…




- ¡Mierda Juan! ¿Hasta cuándo cresta, siempre dejando tus cagadas? Ya hueón, mea tranquilo… - Juan no reconocía al hombre, sólo atinó a afirmarse del mueble en dónde guardaba las toallas; el mueble ya no existía, por lo menos ahí no… Juan, nuevamente de hocico al piso.
Escuchaba las gotas de sangre de su cara hecha mierda rebotando en las baldosas. No había otro camino. El regreso sería gateando hasta donde estaba esa mujer. Al salir del baño la luz se apagó. Al regresar a su pieza, como pudo trepó hasta la cama, se acomodó y poco a poco se durmió; a ratos, se despertaba para despegar su cara de la almohada. Su sangre comenzaba a secarse. Alcanzó a escuchar a la mujer diciéndole que se durmiera de una vez, a la mañana siguiente hablarían. Él sólo atinó a abrazarla con un desconocido cariño.


Era la mañana del domingo y no pude resistirme a llamarlo. Su desaparición había sido muy extraña; se suponía que íbamos a dormir juntos en mi departamento, cuando se vistió rápidamente, sin siquiera encender la luz y se fue con su amigo Jack…
- Hola ¿Con quién? - Su voz de resaca era para mí ya inconfundible.
- ¿Aló, Roberto? ¿Cómo amaneciste? Soy Javi…
- ¿Cómo me llamaste?
- Roberto, así te llamas, ahueonado…
- ¿No me llamo Juan, verdad?
- ¿Con qué te diste en la cabeza anoche, tontito?
- No, con nada; o mejor dicho, con todo…
- Te lo dije anoche, no hagas mezclas… Pero tú hueón, siempre tan porfiado.


No hay comentarios: