lunes, marzo 16, 2009

LA LAVADORA...
(Luna LLena de Marzo)No recuerdo la fecha exacta ni lo que gatilló su extraña manía con la luna de Marzo pero, su monotemático discurso en ocasiones se volvía desagradable. En una ocasión lo descubrí hablando “aparentemente” a solas; lo menciono, ya que al mirarlo, también descubrí que la presencia a la cual él apelaba, se hacía sentir fuertemente y, debo admitir, que por un momento, yo también la sentí. Una noche lluviosa de bar, de esas noches de verano “a la valdiviana”, Francisca se aburrió y con voz firme le pidió que cambiara de tema; él, sólo se levantó lentamente de la mesa y sonriendo nos miró a todos y a cada uno mientras murmuraba… “Cuidado con la luna de Marzo, traerá cambios acelerados e inevitables”. Desde esa noche de lluvias que nadie lo volvió a ver.
Nadie se hizo esperar para emitir cualquier comentario o teoría sobre su destino. Lo mataron diez veces, lo suicidaron otras tantas, lo internaron en el psiquiátrico como en cincuenta ocasiones y lo hicieron viajar a Hungría, ida y vuelta como 8ch8 veces.
Beatriz andaba en uno de sus vuelos rasantes por Valdivia y era un rito compartir una de Jack caminando por orillas de ese río pero, sin duda faltaba alguien, faltaba el creador de ese rito; él hacía notar su ausencia estando ausente.
-¿Sabes Andrés?- Dijo Bea, deteniendo su paso, bruscamente.
-¿Qué pasa Bea?
-Yo creo que está en su casa… Otra de sus desapariciones.
-Quizá Bea. Nadie ha visto luz siquiera…
-Andrés, tú sabes que la pieza de arriba no se ve, no da a la calle, recuerda eso del “Black Out”. Y en cuanto a la música, ya sabes el truco con sus fonos inalámbricos, puede andar por toda la casa sin necesidad de cablearse.
-Si, en realidad… Bueno, no sé.


En silencio llegamos al bar y nos sentamos en la barra. Entre Bea y yo dejamos un puesto vacío a modo de recuerdo de “el ausente”.
Él me había enseñado que un Jack no se ocupa para emborracharse y menos para mezclarlo con Coca Cola… “Mira huevón, un Jack es para pensadores solitarios; puedes estar con mil huevones gritones en birra pero, hay algo en este brebaje de Tennessee que te hace bajar a tu subte, ahí, donde habitan tus espejos. No se te ocurra compartirlo con alguien que le ponga hielo o Coca Cola, te borraría de mi disco duro…”
Una, dos, tres, cuatro, cinco birras; Bea y yo, hablando cualquier cosa, evitando el tema. Creo que los dos deseábamos que apareciera esa contagiosa carcajada suya.
-Bea, yo me voy.
-¿Qué vas a hacer, quieres que te lleve? Ando en auto, lo dejé estacionado ahí, en la iglesia. ¿Un Jack en auto? ¡Ni cagando!
-Gracias, prefiero caminar…
-¿Seguro?
-Seguro… Mañana te llamo y vamos a eso del cumpleaños de la Cami. ¿Te parece? No, mejor anda a almorzar a casa, a eso de las dos de la tarde. ¿Te parece?
-¡Hecho!
-Chau.
-Chao, Andrés.
Mi camino a casa me obligaba a pasar por en frente de la suya. Miré al cielo y ahí estaba, una enorme luna llena; Marzo 9 y sentí que algo había cambiado… “Cuidado con la luna de Marzo, viene con cambios acelerados e inevitables” Recordé las que parecían ser sus últimas palabras. Encendí un tabaco y me senté en la vereda a recordar cosas como si él hubiera muerto, mi memoria se inundó de aquella teoría de “la lavadora y la luna de Marzo”, su teoría o su anuncio de lo que sucedería con su vida.
Aquella noche también había sido caminada con un Jack, habíamos decidido caminar juntos nuestro regreso. A las afueras de su casa me comentó que tenía una “reserva”, una de Jack… “Para la muerte silenciosa”, dijo con sus ojos tristes.
No recuerdo cuánto duró ese silencio, sólo nos pasábamos la botella de mano en mano, porque eso si, una de Jack se toma en botella. Se levantó lentamente del sofá y puso un CD… Obvio que era “Bulls on the parade”; una suerte de himno para él.
-¿Sabes hermanito? Me meteré a la lavadora esta luna de Marzo…
-¿Cómo así?
-Un estado mental para recibir los cambios… ya no dolerán.
-No te entiendo.
-Andrés, ¿has sentido un dolor tan intenso y enorme que llega a tal punto que te deja de doler por completo?
-¿Físico?
-Como sea; físico, sentimental. Da lo mismo ¿Lo has sentido?
-No sé… Quizá.
-Bueno, cuando lo sientas te acordarás de la lavadora…
-¿Y, cómo va eso?
-Te explico.-Hizo una pausa y tomó un largo trago de whiskey.- Primero, llega el Lavado Normal; es cuando decides dártelas de contorsionista y te introduces en el interior de ti mismo y aprietas el botón. Comienzas a inundarte de esa agua repleta de memoria. Al principio sientes un poco de frío, por eso de las putas ausencias ¿Vas entendiendo?
-Creo… Continua.



-Bueno Andrés, la cosa es que… como en un diaporama, se te empiezan a aparecer recuerdos puntuales que, generalmente son los hermosos; las risas los abrazos los besos las caricias las noches… y toda esa cantidad de huevadas que conocemos bien. Te vas empapando de todo eso, hasta que esa agua te tapa la cara y ya no sabes si es risa o llanto; sólo te preocupa aguantar la respiración hasta que descubres que no necesitas respirar; ese espacio–tiempo es tuyo y, si quieres inventarte unas branquias, te las inventas. Si quieres escamas, las tendrás también. Llega el sabor a limpieza y sabes que de alguna forma u otra, eres alérgico a ese detergente. Y bien… te dejas inundar hasta tus pulmones y sonríes al descubrir que tu memoria ha sido selectiva y no práctica, sin ningún ápice de venganza. Después, obviamente, llega la etapa del “Enjuague 1” Se te apaga toda luz y comienzas a girar y a girar y no entiendes nada. Llega el primer vómito, entre pasado y presente, y ves miradas que perdiste en la esquina del egoísmo, esa, de sentirte “super star”. No digas nada, ya calculé eso de la soledad extrema… esa del gemido seco, la de manos ásperas, esas de las cuales uno no se fía, menos cuando el frío enfría el sudor de tu espalda una noche de esas. Llega el momento, el primer intento de escape, pero no lo puedes ni siquiera describir, tu mapa se diluyó con el primer enjuague… Sabes que viene el momento del segundo enjuague y crees que la vida te pertenece. Nada nos pertenece; sólo nos pertenecemos a nosotros mismos. Y sabes que en el segundo enjuague llorarás, como chiquilín castigado pero, eres tú quien se autocastiga, sin misericordia y casi con sadismo. Pero todas las disculpas valen.
Y como ya sabemos tú y yo, llega el Desagüe, en donde la esperanza parece una puta vieja sin una puta esperanza.






Y de golpe, sientes que todo se derrumba, tiembla y se estremece. Sabes que llega la locura de la verdadera limpieza; el Centrifugado. Todas las cosas que guardaste en honor, ese honor que ahora no es nada, ni siquiera para cruzar la calle; se hace mierda entre tus sienes de gentil hombre de colegio pagado, descubres que te contaron el cuento. Te aferras y comienza el “gira que te gira” que te exprimirá hasta tus secretos que, borracho, le cuentas a tus pasos ¿Acaso no te hablas cuando vas por ese pasillo eterno, hacia el baño? Seguro que si. Anhelas la baranda de un barco que se hunde. Las cosas que creíste olvidadas, enredadas en la desmemoria, comienzan a tapizar tu pared circular y porosa; te enfrentan valientes, te exigen consecuencia y piden tu cabeza.¿Se las darás? No creo. Espera, no digas huevadas, falta el Secado. El Secado es especial, es bajar todos los crímenes a ecuación humana; esos asesinatos involuntarios que hemos cometido en pos de nuestra autosuficiencia. Es fácil criticar al de al lado, mientras no nos salpique de sangre. Le vendemos su suicidio a precio módico. ¿Y ahora? Invéntate una que no conozca. Sólo nos queda el Secado. Es aquí donde las manos se nos tiñen… ¿Qué prefieres, de tinto o de sangre? El crimen ya ha sido cometido. Qué espectáculo. Nada que hacer ante la conciencia.
Salí de mi trance de manera abrupta, como empujado; su casa estaba en frente mío y no había luz en aquella casa; admito que paranoiquié con la idea de su suicidio. Él me había enseñado como introducirme por su entrada secreta, esa, cuando se le perdían las llaves en su olvido. Llegué hasta esos ventanales, su perro no ladró, miré por la ventana y lo vi, ahí, tirado en el piso, con los brazos abiertos sobre la alfombra. Golpeé a la puerta y nada. La angustia se me hizo ovillo. Rompí el vidrio y entré… La casa y todos los ceniceros estaban limpios; buen detalle. Escuché su voz, su sonrisa, y sin mirarme siquiera dijo…
-Andrés, tranquilo, me estoy secando. La de Jack está donde siempre…


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